“Argentina no va a dejar de depender de los combustibles fósiles en su matriz energética. Es impensable un escenario donde la producción sea 100% de energías limpias que es muy costosa y en muchos casos como en Europa han pasado del furor de las renovables a tener que importar gas desde Rusia como un manotón de ahogado”.
No es una frase arrojada al azar. Es la expresión que comparten en off algunos expertos y empresarios que conocen la diferencia entre ser y parecer. Y de lo importante que implica para cualquier economía del mundo el desarrollo sustentable de la industria hidrocarburífera.
En un contexto adverso con una economía volátil y sin un horizonte de inversiones en el corto o mediano plazo, Roberto Kozulj, profesor titular de la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN) y experto en energía, considera que la pandemia ha desatado un renovado énfasis acerca del cambio climático y, por lo tanto, ha señalado la necesidad de acelerar la transición energética hacia escenarios de cero emisiones para los años 2050-2060.
“A nadie escapa que esta circunstancia compuesta por dos fotografías, una actual y otra hacia el final en 30 o 40 años, requiere del guion de la película y ésta dependerá de cada país. Aunque la Argentina da cuenta de solo 0,6% del total de emisiones de carbono, ha adherido con gran entusiasmo a emprender su propia transición, pero también a colaborar con este proyecto a escala global y así lo proclama”, resalta.
Sin duda detrás de ello, para Kozulj existen dos tipos de motivación. Por un lado, la afinidad discursiva con los sectores políticos del mundo que pregonan la urgente necesidad de acelerar el cambio de paradigma energético y tecno-socio productivo; y por el otro, la necesidad de atraer inversiones extranjeras, tarea que se asume es más fácil si ellas se hallan vinculadas con acciones que buscan reducir las emisiones de carbono e incrementar la producción “verde”.
No obstante, según el especialista no sólo hay que tener en cuenta el papel fundamental que jugaría Vaca Muerta en este proceso de transición, sino que además es crucial incursionar en la industria del hidrógeno en todas sus formas, aunque mejor si se trata de hidrógeno verde, como en el caso del proyecto de Fortescue en la provincia de Río Negro – donde su finalidad sería producir amoníaco verde para la exportación. También habló sobre la posibilidad de incursionar en la producción local de vehículos eléctricos y de otras modalidades de electromovilidad.
Desde el Instituto Argentino Mosconi advierten que el escenario es aún más complejo. “La renegociación de la deuda externa, y las perspectivas de presentación de un programa económico plurianual, en el marco de un eventual acuerdo con el Fondo Monetario Internacional genera incertidumbre en las decisiones de inversión, y muy especialmente en los proyectos de largo plazo que requieren acuerdos políticos prolongados para que las decisiones se puedan materializar”, aseguran desde esa entidad.
Está claro que en Argentina existe interés en desarrollar proyectos que aún no están maduros como la explotación de litio, o la producción de hidrógeno verde.
Sin embargo, para las autoridades del IAE, desde el punto de vista del interés público estos proyectos deben demostrar su factibilidad técnica, ambiental, económica y financiera antes que se decida iniciar su construcción y que se puedan asignar recursos públicos que son escasos y necesarios también en otros sectores de la economía.
“La transición energética aparece como una oportunidad de largo plazo en el desarrollo de tecnología nacional y la generación de empleo, pero para avanzar en este camino el Estado debe elaborar y presentar un Plan Energético Nacional con horizonte al 2030, y una estrategia de largo plazo que le permita cumplir con el compromiso asumido ante la comunidad internacional de ser carbono neutral en 2050”, sostienen los expertos de ese organismo privado.
Aníbal Mellano, ex Director del Instituto del Gas y del Petróleo de la UBA, define la transición energética como el pasaje entre dos o más fuentes de energía, la salida de una fuente, el desarrollo de nuevas tecnologías de generación, la reducción o eliminación de los efectos contaminantes de una fuente. En definitiva, no existe una transición energética sino varias, dependiendo del rumbo de partida y las perspectivas científicas, tecnológicas, ideológicas y económicas.
“Estamos en medio de una transición energética porque hay tecnologías cada vez más económicas y menos contaminantes-agrega Mellano-. Porque hay potencias económicas que carecen de suficientes hidrocarburos, y les conviene apurar desarrollos tecnológicos para formas alternativas de generación eléctrica. La propia Shell, a partir de aquella década del 80, viene investigando acerca de las nuevas tecnologías para generación y almacenamiento de energía. Para Shell, la transición energética comenzó hace casi 40 años”.
Y concluye: “En dos años la transición energética, política y culturalmente se instaló en la cabeza de mucha gente. Ya no tiene vuelta atrás. Pero, como pasa aún hoy con el carbón, nadie puede decir cómo ni cuánto tiempo llevará realmente”.
> Eficiencia: un tema ausente en la agenda
Un trabajo de la Fundación Bariloche planteó medidas y políticas de eficiencia energética en distintos escenarios y plazos centrados en la demanda residencial, el transporte y la industria. El trabajo compila un conjunto de acciones y medidas de gestión que, a partir de la eficiencia energética, impacten en la reducción de costos, incrementos de productividad, seguridad energética y reducción de gases contaminantes. Los beneficios económicos rondarían los 7500 millones de dólares.
> Dificultades para la descarbonización
1. Las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) tienen un rol importante para que los inversores accedan a financiamiento a tasas competitivas. La deuda externa es uno de los mayores obstáculos que tiene el país con la industria en general y con la transición energética en particular.
2. El hidrógeno verde o las baterías de litio parecen oportunidades a largo plazo para la Argentina, sin embargo hay un entusiasmo particular en los anuncios del gobierno. Queda pendiente el diseño de un plan para desarrollar tecnología y empleos en esos sectores.
3. La descarbonización está en la agenda política ambiental, con cada vez más presión, sin embargo debe evaluarse una transición más ajustada a la realidad del país. Una matriz energética basada un 80% en fósiles trazan un camino que puede estar constituido con cada vez más utilización de gas natural, cuyos recursos son enormes.
> ¿En qué áreas apunta el gobierno?
Electromovilidad. El proyecto de ley de promoción de movilidad sustentable que impulsa el gobierno quedó en suspenso en el Congreso. La iniciativa se hizo pública en octubre con metas ambiciosas de electromovilidad para 2030.
Hidrógeno. Fortescue Future Energy empezó a desarrollar un plan de producción de hidrógeno verde en Río Negro, una inversión de 8000 millones de dólares que está siendo respaldada por el gobierno nacional.
Baterías de litio. Una planta única en América Latina para la fabricación de baterías de litio estará a cargo de Y-Tec. Con la formación de YPF Litio, la explotación del recurso minero se constituye como clave para la transición.
Energías renovables. La construcción de parques eólicos vienen potenciándose, incluso hay empresas petroleras que las fomentan, como YPF Luz. El objetivo por ley es llegar al 20% de la matriz energética cubierta por renovables.
Fuente: mase.lmneuquen.com