A medida que el mundo acelera la transición hacia una energía y una economía más limpias, para prevenir o al menos mitigar el cambio climático, sectores como el petrolero ven recortar su horizonte y otros pintan como ganadores de la nueva era.

Uno es el de la “electromovilidad”, con casos como Tesla, la automotriz de Elon Musk, que produciendo apenas una fracción del número de vehículos que fabrican sus competidores se subió al Top 10 de empresas más valiosas del mundo: en 2020, su capitalización de mercado aumentó 565% y según un estudio de Kantar fue también la compañía cuyo valor de marca más creció (275%) el año pasado.

Ese fenómeno impulsó la suba del precio del litio y despertó la pulsión nacionalizadora del kirchnerismo, que a su vez puso en alerta a las provincias productoras.

Por detrás, aparece, con aún mayor potencial, el hidrógeno, el gas más abundante del universo, para impulsar una economía global más limpia o, como dicen los expertos, “descarbonizada”. La promesa no es nueva. Hace casi 150 años, en 1874, en su novela “La isla misteriosa”, Julio Verne mencionaba el hidrógeno como maná del mar y hace veinte, en su libro “La economía del hidrógeno”, el todólogo norteamericano Jeremy Rifkin lo propuso como solución al calentamiento global. Rifkin se volvió fuente de consulta de los líderes europeos, más que de los de su propio país, aunque ahora, bajo la presidencia de Joseph Biden, EEUU volvió a las metas de París sobre cambio climático e impulsa una descarbonización aún más acelerada.

Ahora bien: ¿qué es la “economía del hidrógeno”? Y al respecto, ¿qué ofrece la Argentina?

“El hidrógeno es el elemento más simple de la naturaleza y el gas más abundante en el universo; se encuentra en el sol y en la mayoría de las estrellas y naturalmente en la tierra unido a otros elementos en estados líquidos, gases o sólidos. Siendo esencial para la vida, está presente en el agua y en casi todas las moléculas de los seres vivos. Solo no desempeña un papel particularmente activo; permanece unido a los átomos de carbono y oxígeno y combinado con el carbono forma compuestos o hidrocarburos como el gas natural, el carbón y el petróleo. Su principal ventaja es que es un gas cuya combustión produce simplemente agua y, al igual que la electricidad, es un portador o vector de energía que debe producirse a partir de otra fuente”, explican la ingeniera Julieta Rabinovich y el economista Sebastián Scheimberg en un informe publicado en “Carta Energética”, de la consultora Daniel Montamat & Asociados.

Separar el hidrógeno requiere cantidades considerables de energía, lo que lo vuelve económica y ambientalmente viable solo si se hace a partir de fuentes renovables, como las energías solar y eólica (molinos de viento) y a costo aceptable. Este es el llamado “hidrógeno verde”, diferente de otros “colores” con que se asocia al mismo gas, según se produzca, por caso, mediante el uso de hidrocarburos (hidrógeno sucio o “marrón”) o energía nuclear (hidrógeno rosa).

Restricción no menor

Luego está el problema de almacenarlo y transportarlo, cuestiones en que avanzan Alemania, Japón y Corea del Sur, interesados en la producción de hidrógeno de la Argentina, por su tremendo potencial eólico (la Patagonia) y solar (las provincias del NOA más cercanas al trópico de Capricornio), como mostró en sus mapamundis de los vientos e irradiación solar el experto catalán Juan Ramón Morante en un seminario que tuvo lugar a principios de junio, organizado por la Secretaría de Asuntos Estratégicos, que encabeza Gustavo Béliz.

Morante explicó que las principales aplicaciones del hidrógeno para la descarbonización global están en la industria naval y la aviación internacional, sectores donde la emisión de dióxido de carbono más aumentó, pues los beneficios aumentan con las distancias a recorrer y el tonelaje a transportar.

Actualmente, precisó el experto catalán, “el transporte marítimo internacional emite alrededor de 940 millones de toneladas de CO2 al año” y contribuye al cambio climático a través de varias fuentes de contaminación, en particular la desgasificación, los motores en funcionamiento en los puertos, la descarga de agua de lastre, hidrocarburos, metales pesados y químicos”. No es casual que en el ámbito local una empresa interesada en el uso del hidrógeno es la argentino-uruguaya Buquebus, de la mano de la española TCI, mediante el uso de celdas de combustible o pilas de hidrógeno para propulsión de embarcaciones y para operaciones auxiliares en tierra y logística portuaria (la andaluza TCI participa de la construcción de plantas solares en la Argentina, Chile, Perú y Uruguay).

El interés extranjero en el potencial eólico y solar y de producción de hidrógeno de la Argentina se refleja también en el Memorandum de Cooperación firmado entre las cancillerías de Argentina y Japón en 2019 “para trabajar en el desarrollo del hidrógeno como combustible no contaminante y promover las inversiones en ese campo” y los acuerdos del Instituto Fraunhofer, de Alemania, con varias provincias argentinas, para lograr la producción, hacia el 2030, de “hidrógeno verde”.

Impulso alemán

El jueves último, impulsado por la Embajada alemana y Cippec, un centro de Estudios, se lanzó el “Foro Futuro Argentina-Alemania”, abierto por el ministro de exteriores teutón, Heiko Maas, y su par argentino Felipe Solá. “La energía eólica convierte a la Argentina en uno de los productores más prometedores de hidrógeno verde, y en el futuro Alemania será uno de los mercados destinatarios más grandes a nivel mundial. Al mismo tiempo, las empresas alemanas son líderes tecnológicos para la generación de electricidad limpia, así como para la transmisión y el almacenamiento. En conjunto, hay un enorme potencial para una asociación germano-argentina en materia energética”, dijo Maas

La gobernadora de Río Negro, Arabela Carreras, participó en el mismo panel del asesor local del Instituto Fraunhofer. “Tenemos desarrollos vinculados a la energía eólica y a la energía solar e incorporamos una política estratégica vinculada al Hidrógeno Verde”, dijo la mandataria. Rio Negro, destacó, “ha encontrado un contexto internacional muy propicio para lo que queremos lograr”.

Tenemos la gran posibilidad de convertirnos en productores de Hidrógeno Verde, una energía que el mundo demanda.

Esta mañana, diserté en el Foro organizado por @CIPPEC y la Embajada de Alemania, al cual fui convocada para diagramar la estrategia y el desarrollo de este Plan. pic.twitter.com/s51dlHOtFU— Arabela Carreras (@ArabelaCarreras) June 24, 2021

“Estamos juntando documentación y viendo qué tipo de regulación, incentivos e implementación son más convenientes. Río Negro tiene vientos de excelente calidad, recursos hídricos, extensión territorial y costa y puertos para exportar. El Instituto Fraunhofer tiene 4.000 investigadores y le encargamos un estudio de prefactibilidad para que nos diga si se puede instalar alguna planta y acondicionarnos como Estado para recibir ese tipo de emprendimientos. Hay conversaciones con inversores interesados, del exterior y locales. Nos interesa el hidrógeno verde, por el cambio climático. Muchas empresas del mundo se están creando o reconvirtiendo para esto, cada vez hay más regulaciones e impuestos sobre la emisión de dióxido de carbono”, dijo a Infobae el secretario general de Gobierno rionegrino, Daniel Sanguinetti, quien destacó también la tradición provincial en Ciencia y Técnica, como sede de la Comisión Nacional de Energía Atómica, el Instituto Balseiro, la Fundación Bariloche y el Invap, que a su vez creó “Eólica Rionegrina”, para generar proyectos en el sector.

El mismo día, Siemens Energy, la división de Energía de la multinacional de origen alemán, lanzaba su “Latin America Energy Week”, en la que desde Berlín Tim Holt, miembro del directorio, elogió el potencial de la región para producir hidrógeno verde pero urgió a “adoptar esta modalidad de forma temprana”. De lo contrario, enfatizó, “la región puede quedarse atrás; el hidrógeno es la siguiente frontera, un recurso enorme de América Latina; que tiene la capacidad de tener hidrógeno barato; energía verde, convertida en una molécula y que puede ser llevada a donde se necesita, ya sea a Europa, América del Norte”. Como ejemplo mencionó a Chile que -dijo- “ya está utilizando este tipo de combustibles”.

Christian Buch, presidente y CEO de Siemens Energy, insistió en el “papel crucial” que jugará el hidrógeno en la descarbonización energética y volvió a destacar el ejemplo de Chile, a través del proyecto Haru-Oni. Ubicado en la región Magallanes, en el sur chileno, se trata del proyecto de producción de hidrógeno verde más avanzado en la región, por el que el país trasandino espera, hacia 2030, capturar USD 23.500 millones de inversión y generar exportaciones anuales por USD 10.000 millones.

Por todo eso, dice el trabajo de Rabinovich y Scheimberg, “el hidrógeno está llamado a ser el nuevo protagonista del sector energético, ya no de largo sino de mediano plazo”. Pero si bien la idea de mirar el mundo y descarbonizar la matriz energética parece un fin loable, destacó Scheimberg a Infobae, adoptar las mejores prácticas mundiales en un marco de desequilibrio macroeconómico luce voluntarista. “Utilizar el hidrógeno como combustible requiere un uso intensivo del factor hoy más escaso en Argentina: el capital”, enfatiza el informe, y destaca los no menos de 12 puntos porcentuales de costo financiero adicional que afronta cualquier proyecto de inversión en la Argentina, brecha que tenderá a ampliarse con el descenso del país a la categoría de “standalone” en la clasificación de Morgan Stanley para mercados bursátiles.

Ante la consulta de Infobae, Scheimberg contó la “disociación” entre objetivos energéticos de corto y largo plazo y la repetición de errores, como esperar que el sector privado hunda recursos que no pueda recuperar con tarifas o subsidios compatibles con un régimen de baja inflación. En otras palabras: todo bien con el hidrógeno, pero todo mal con el modelo en el que se lo quiere insertar, a menos que se generen uno o más “enclaves exportadores”.

Sea para uso interno o para exportar, la Argentina deberá hacer las cosas rápido y bien. Los antecedentes inmediatos no ayudan. En agosto de 2006 se sancionó la Ley 26.123 “De promoción del Hidrógeno”. En sus artículos 13 a 16 creaba el “Fondo Nacional de Promoción del Hidrógeno” (FonHidro) y del 17 al 19 un “régimen promocional” e incentivos fiscales para invertir en el sector. La norma establecía un período de vigencia de 15 años, pero nunca fue reglamentada. Durante una década y media fue letra muerta y está a punto de vencer.

Ahora, el Gobierno habla de una “Estrategia Nacional de Hidrógeno 2030”, pero no está claro de dónde saldrá. En su discurso de apertura de sesiones ordinarias del Congreso, el 1 de marzo pasado, el presidente Alberto Fernández prometió tanto proyectos para impulsar la “electromovilidad” como el uso del “hidrógeno verde”, pero aún el Poder Ejecutivo no remitió nada al Congreso.

Quien sí presentó una nueva iniciativa de “Ley del Hidrógeno” fue el radical Gustavo Menna, diputado nacional por Chubut. La necesidad de un marco legal, recordó a Infobae, se hizo evidente a partir 2019, cuando Japón explicitó su interés importador, y era necesario cambiar aspectos de la Ley 26.123 (nunca vigente), que no distinguía el “hidrógeno verde” de otras variedades no tan ambientalmente amigables.

El proyecto fue presentado en el marco de la “Plataforma H2 Argentina”, integrado por Globe Legislators (coalición mundial de legisladores), el Comité Argentino del Consejo Mundial de la Energía, el Centro de Estudios de la Actividad Regulatoria Energética (Ceare), de la UBA, la Asociación Argentina de Energía Eólica (AAEH), la Asociación Argentina del Hidrógeno (AAH) y la sede Buenos Aires de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN).

Menna recordó a Infobae que de Chubut salió también la primera ley sobre energía eólica, impulsada hace más de 30 años por el entonces intendente radical de Comodoro Rivadavia (tal vez la ciudad más ventosa de la Argentina), Jorge Aubía, y el entonces senador peronista Hebe Corchuelo Blasco. Tiempos en que había acuerdos bipartidarios.

Aubía tenía a su vez el asesoramiento del máximo gurú argentino del Hidrógeno, Juan Carlos Bolcich, ex director del Instituto Balseiro, presidente de la AAH, miembro de la International Association for Hydrogen Energy y creador del primer auto argentino impulsado a hidrógeno.

En 2003, el entonces ministro de Planificación Federal del kirchnerismo, Julio De Vido, llevó a Bolcich a Santa Cruz y lo convirtió en “padrino” de la Primera Planta Experimental de Hidrógeno en Pico Truncado, declarada entonces “Capital Nacional del Hidrógeno”.

Además, De Vido eligió a Pico Truncado (y no a Comodoro Rivadavia, como esperaban los chubutenses) como uno de los puntos del “Nodo Sur” del Sistema Interconectado Nacional (SIN) de Energía y transfirió más de $35 millones a la “Fundación Hidrógeno”, para alegría del entonces intendente local, el kirchnerista Juan Carlos Maimó.

En 2016, el intendente socialista de la localidad, Omar Fernández, denunció judicialmente a la entidad y a Maimó por la supuesta malversación de un total de $ 46 millones transferidos por la Nación y la Provincia a la Fundación. Maimó fue reelecto intendente en 2019 y todo indica que la cuestión quedará ahí.

Entre lo imaginado y la realidad

Bolcich, un apasionado de la ciencia, sigue pensando que el país tiene por delante una gran oportunidad. En una entrevista con la publicación especializada Energía Estratégica, el veterano científico recordó que en la “Planta Experimental” de Pico Truncado “todo dependió de un plan que terminó por no desarrollarse” y refirió el proyeco Hychico.

Hychico es una empresa de la petrolera y petroquímica Capsa, que en Chubut, a 20 kilómetros de Comodoro Rivadavia, desarrolló la primera planta de Hidrógeno Verde del país, por electrólisis de agua, y el primer reservorio natural de Hidrógeno, a 800 metros de profundidad, que carga a través de un hidrógenoducto de polímero.

“Necesitamos alguna definición para aprovechar todas las aplicaciones que tiene el hidrógeno. Sirve como respaldo a las fuentes eólicas y solares fotovoltaicas y hasta para integrar pueblos distantes”, dijo Bolcich y enfatizó que el transporte en camiones, colectivos y trenes brindará grandes posibilidad para la aplicación del hidrógeno. Para exportar, agregó, “hay que prepararse en esta década, porque desde 2030 en adelante va haber un mercado muy importante; ya hay exportaciones desde Australia a Japón, a pesar de que con la Asociación (AAH) venimos hablando de esta posibilidad antes que los australianos. Tiene que haber una política clara y de Estado que le dé continuidad a largo plazo”.

Por cierto, Chile lleva la delantera, pero para Bolcich eso no es un problema, sino una ventaja. “Si se hacen bien las cosas, entre los dos países se puede exportar de manera óptima, reduciendo costos y siendo lo más competitivo posibles: para el mercado asiático podemos transportar el producto vía el Océano Pacífico, y para el europeo a través del Océano Atlántico. Lo lógico será que nos integremos”, concluyó el gurú argentino del Hidrógeno, lejos de las mezquindades de la mala política.

Fuente: noticiasbariloche.com.ar

Salir de la versión móvil